Paisajes en el siglo XIX
Durante el siglo XIX la naturaleza es el fondo de escenas de costumbres, de temas históricos y, en menor escala, de retratos. Tanto Prilidiano Pueyrredón como Cándido López trabajaron de esa manera algunos paisajes.
Por otra parte, el paisaje urbano ocupa un lugar destacado en la iconografía nacional a través de las vistas de Carlos E. Pellegrini. A continuación proponemos un análisis de cuatro acuarelas del pintor donde la Plaza de la Victoria es descripta minuciosamente. Este es uno de los espacios que, junto a la Plaza 25 de Mayo, conforman la actual Plaza de Mayo.
Durante el siglo XIX la naturaleza es el fondo de escenas de costumbres, de temas históricos y, en menor escala, de retratos. Tanto Prilidiano Pueyrredón como Cándido López trabajaron de esa manera algunos paisajes.
Por otra parte, el paisaje urbano ocupa un lugar destacado en la iconografía nacional a través de las vistas de Carlos E. Pellegrini. A continuación proponemos un análisis de cuatro acuarelas del pintor donde la Plaza de la Victoria es descripta minuciosamente. Este es uno de los espacios que, junto a la Plaza 25 de Mayo, conforman la actual Plaza de Mayo.
Plaza
de la Victoria (Frente al Norte)
Las
vistas de la ciudad de Carlos E. Pellegrini son un documento valioso para
reconstruir la Buenos Aires de las primeras décadas del siglo XIX. El
artista-ingeniero registró sobre el papel el paisaje urbano para que su
familia, que había quedado en Europa, conociera cómo era su lugar de
residencia.
En esta acuarela de 1829 el artista nos introduce en la Plaza de la Victoria, espacio que está limitada por el Cabildo y la Casa de Policía por el oeste, la Catedral por el norte y la Recova nueva por el sur.
La plaza, como lugar público, se nos presenta como un lugar para el encuentro, tanto de los niños con los adultos, como de los soldados con los aguateros, gente de a pie o a caballo, medios de transporte como las carretas, diligencias, carros.
En el centro observamos la Pirámide de Mayo, el primer monumento conmemorativo que, inaugurado el 25 de Mayo de 1811, recordaba el primer año de la Revolución de Mayo. El alarife Francisco Cañete la construyó de 14 metros y en la obra de Pellegrini luce sus primitivas particularidades: una altura baja, coronada con una esfera, una reja que la rodea, los faroles de aceite que la alumbran, la sencillez de sus líneas.
El Cabildo –con sus cinco arcos de cada lado– tiene sobre su lateral izquierdo los “altos”, aquellas casas que tenían un primer piso donde vivía la familia, mientras las plantas bajas –los “bajos”– se alquilaban para negocios.
Junto al Cabildo, la Jefatura de Policía, que también fue seminario y residencia de obispos. Pese a la minuciosidad descriptiva de la arquitectura, el dibujante no deja de mostrarnos numerosos elementos anecdóticos: el señor de sombrero alto que se asoma desde el balcón del Cabildo, los bueyes que esperan frente a la seccional de Policía, el conductor de la carreta que descansa sobre una de las pértigas. Así, a las visiones generales trabajadas con rigurosidad técnica se les suman los detalles mínimos e imperdibles que constituyen escenas de la vida cotidiana de la aldea.
En esta acuarela de 1829 el artista nos introduce en la Plaza de la Victoria, espacio que está limitada por el Cabildo y la Casa de Policía por el oeste, la Catedral por el norte y la Recova nueva por el sur.
La plaza, como lugar público, se nos presenta como un lugar para el encuentro, tanto de los niños con los adultos, como de los soldados con los aguateros, gente de a pie o a caballo, medios de transporte como las carretas, diligencias, carros.
En el centro observamos la Pirámide de Mayo, el primer monumento conmemorativo que, inaugurado el 25 de Mayo de 1811, recordaba el primer año de la Revolución de Mayo. El alarife Francisco Cañete la construyó de 14 metros y en la obra de Pellegrini luce sus primitivas particularidades: una altura baja, coronada con una esfera, una reja que la rodea, los faroles de aceite que la alumbran, la sencillez de sus líneas.
El Cabildo –con sus cinco arcos de cada lado– tiene sobre su lateral izquierdo los “altos”, aquellas casas que tenían un primer piso donde vivía la familia, mientras las plantas bajas –los “bajos”– se alquilaban para negocios.
Junto al Cabildo, la Jefatura de Policía, que también fue seminario y residencia de obispos. Pese a la minuciosidad descriptiva de la arquitectura, el dibujante no deja de mostrarnos numerosos elementos anecdóticos: el señor de sombrero alto que se asoma desde el balcón del Cabildo, los bueyes que esperan frente a la seccional de Policía, el conductor de la carreta que descansa sobre una de las pértigas. Así, a las visiones generales trabajadas con rigurosidad técnica se les suman los detalles mínimos e imperdibles que constituyen escenas de la vida cotidiana de la aldea.
Plaza
de la Victoria (Costado Este)
En
esta acuarela se impone la silueta de la Recova Vieja, construida entre 1802 y
1803 por el virrey Del Pino. Fue el viejo mercado, la primera galería comercial
de la ciudad, cuya construcción dividía la plaza en dos partes que se
comunicaban entre sí a través de sus arcadas (12 arcos a cada lado del gran
arco central). El pintor nos ubica en la Plaza de la Victoria.
Siguiendo el eje de la recova, a la derecha está el único teatro (el Coliseo Provisional) que tenía Buenos Aires; y, a la izquierda, se encontraba la casa de Miguel de Azcuénaga, donde se había alojado el artista-ingeniero a su llegada. Desde la azotea de la vivienda analizó con gran detenimiento la construcción de la recova y la presentó en todo su esplendor.
Esta vista de Plaza de la Victoria (Costado Este) nos deja ver hacia el fondo la bandera del Fuerte (llamado Real Fortaleza de San Juan de Austria), hacia cuya dirección avanzan las tropas en formación que acarrean los cañones.
La línea de horizonte, que se deja ver por encima de la recova, nos permite observar el río y detalles de los barcos lejos de la costa. El río estaba por ese entonces muy cercano a la plaza.
La gente, en torno a la Pirámide y la recova, son vendedores, paseantes, el peón que enlaza a su animal, en síntesis, la mezcla de los distintos estamentos sociales. Todos aparecen empequeñecidos ante la magnitud de la arquitectura.
Siguiendo el eje de la recova, a la derecha está el único teatro (el Coliseo Provisional) que tenía Buenos Aires; y, a la izquierda, se encontraba la casa de Miguel de Azcuénaga, donde se había alojado el artista-ingeniero a su llegada. Desde la azotea de la vivienda analizó con gran detenimiento la construcción de la recova y la presentó en todo su esplendor.
Esta vista de Plaza de la Victoria (Costado Este) nos deja ver hacia el fondo la bandera del Fuerte (llamado Real Fortaleza de San Juan de Austria), hacia cuya dirección avanzan las tropas en formación que acarrean los cañones.
La línea de horizonte, que se deja ver por encima de la recova, nos permite observar el río y detalles de los barcos lejos de la costa. El río estaba por ese entonces muy cercano a la plaza.
La gente, en torno a la Pirámide y la recova, son vendedores, paseantes, el peón que enlaza a su animal, en síntesis, la mezcla de los distintos estamentos sociales. Todos aparecen empequeñecidos ante la magnitud de la arquitectura.
Plaza
de la Victoria (Frente al Oeste)
La
fachada de la Catedral en 1829 se nos presenta austera, pues no posee aún los
relieves en el tímpano que realizara Joseph Dubourdieu bajo la dirección de
Carlos E. Pellegrini (entre 1860 y 1863). No es la única vez que trabajó la
Catedral en sus obras, pues esta fue el telón de fondo en las populares Fiestas
Mayas, y también nos presenta el instante de recogimiento de las damas ante las
oraciones en Interior de la Catedral de Buenos Aires.
En la acuarela que analizamos, la iglesia ocupa un lugar destacado en la composición. Es el centro de la misma y en torno a esta parece girar la arquitectura de la aldea. Es importante destacar que Carlos E. Pellegrini dibujó y pintó sus vistas de la ciudad y sus retratos con los lápices que había traído de Francia. Él mismo escribía a su hermano mayor: “Tengo un lápiz con el cual he terminado más de veinte retratos y me veo obligado a economizar el resto como si fuese el resto de mi sangre. Es el resultado de las largas distancias”.
El muro aledaño a la Catedral por el lado este cubre el cementerio de la ciudad –con su arboleda– que funcionara en este paraje hasta 1822. En un segundo plano observamos la cúpula de otra iglesia (quizás la iglesia de la Merced).
Del otro lado y calle por medio –con gran circulación de personas– los distintos “altos”: los de Riglos y los de Urioste.
Pellegrini, a través de las sombras que proyecta la iglesia y algunas viviendas, se detiene en remarcar la línea direccional hacia el norte.
Cada acuarela presenta detalles arquitectónicos que, en algunos casos y con el tiempo, sirvieron para recuperar algunas construcciones al estilo original.
En la acuarela que analizamos, la iglesia ocupa un lugar destacado en la composición. Es el centro de la misma y en torno a esta parece girar la arquitectura de la aldea. Es importante destacar que Carlos E. Pellegrini dibujó y pintó sus vistas de la ciudad y sus retratos con los lápices que había traído de Francia. Él mismo escribía a su hermano mayor: “Tengo un lápiz con el cual he terminado más de veinte retratos y me veo obligado a economizar el resto como si fuese el resto de mi sangre. Es el resultado de las largas distancias”.
El muro aledaño a la Catedral por el lado este cubre el cementerio de la ciudad –con su arboleda– que funcionara en este paraje hasta 1822. En un segundo plano observamos la cúpula de otra iglesia (quizás la iglesia de la Merced).
Del otro lado y calle por medio –con gran circulación de personas– los distintos “altos”: los de Riglos y los de Urioste.
Pellegrini, a través de las sombras que proyecta la iglesia y algunas viviendas, se detiene en remarcar la línea direccional hacia el norte.
Cada acuarela presenta detalles arquitectónicos que, en algunos casos y con el tiempo, sirvieron para recuperar algunas construcciones al estilo original.
Plaza
de la Victoria (Frente al Sud)
Cuando
Carlos E. Pellegrini llegó a Buenos Aires –en noviembre de 1828– la Recova
Nueva, que había proyectado Francisco Cañete en 1817, ya existía, cerrando el
lateral sur de la plaza de la Victoria.
Al final de la misma están los Altos de Escalada con su balcón corrido en esquina, que mira hacia la plaza. Esta zona intermedia de construcciones nos lleva directamente a la fachada de la iglesia de San Francisco que deja ver, por detrás, su importante cúpula. Pellegrini está representando su fachada después de la reforma ante las secuelas del ataque inglés. El eje que forma la recova vieja con los altos y la iglesia nos muestra una dirección destacada que permitía una circulación más ágil por la ciudad.
En las acuarelas de las plazas, Pellegrini muestra un clima de serenidad, de vida bucólica ciertamente provinciana y son las líneas de horizonte bajas, las que dejan ver los cielos espléndidos y celestes, que acompañan a la ciudad y a su gente en su actividad diaria.
Al final de la misma están los Altos de Escalada con su balcón corrido en esquina, que mira hacia la plaza. Esta zona intermedia de construcciones nos lleva directamente a la fachada de la iglesia de San Francisco que deja ver, por detrás, su importante cúpula. Pellegrini está representando su fachada después de la reforma ante las secuelas del ataque inglés. El eje que forma la recova vieja con los altos y la iglesia nos muestra una dirección destacada que permitía una circulación más ágil por la ciudad.
En las acuarelas de las plazas, Pellegrini muestra un clima de serenidad, de vida bucólica ciertamente provinciana y son las líneas de horizonte bajas, las que dejan ver los cielos espléndidos y celestes, que acompañan a la ciudad y a su gente en su actividad diaria.
Paisajes en el siglo XX
A
comienzos del siglo XX surge el paisaje como género autónomo. La naturaleza o
rincones de la ciudad se convierten en motivo de las obras. Hay artistas que
enfrentan la naturaleza o parte de las ciudades por el solo hecho de pintarlas
como único tema de esas obras.
Los primeros paisajes del siglo XX son los de los artistas del aire libre, que con esas obras liberaron los recursos formales, el color y la textura de la pintura. Es interesante considerar en el paisaje pintado en ese momento un contenido nacional. La naturaleza y la gente de campo representan lo autóctono como rechazo a los cambios que imponía vertiginosamente el aluvión inmigratorio en las ciudades.
La melancolía de muchos de los paisajes de ese tiempo es el reflejo de la evasión o el refugio que encuentran en la naturaleza.
Al considerar el paisaje urbano, en la primera mitad del siglo, el barrio de La Boca se impone como principal fuente de inspiración. En él conviven la bohemia y el proletariado, en su mayoría inmigrantes italianos que soñaron un futuro importante para el país y sus familias, teñido de la nostalgia de tierras y mares lejanos.
Elevadores a pleno sol, de Benito Quinquela Martín, es un paisaje de La Boca que le sirve al artista como fondo de su tema: el trabajo esforzado del hombre del puerto.
Los primeros paisajes del siglo XX son los de los artistas del aire libre, que con esas obras liberaron los recursos formales, el color y la textura de la pintura. Es interesante considerar en el paisaje pintado en ese momento un contenido nacional. La naturaleza y la gente de campo representan lo autóctono como rechazo a los cambios que imponía vertiginosamente el aluvión inmigratorio en las ciudades.
La melancolía de muchos de los paisajes de ese tiempo es el reflejo de la evasión o el refugio que encuentran en la naturaleza.
Al considerar el paisaje urbano, en la primera mitad del siglo, el barrio de La Boca se impone como principal fuente de inspiración. En él conviven la bohemia y el proletariado, en su mayoría inmigrantes italianos que soñaron un futuro importante para el país y sus familias, teñido de la nostalgia de tierras y mares lejanos.
Elevadores a pleno sol, de Benito Quinquela Martín, es un paisaje de La Boca que le sirve al artista como fondo de su tema: el trabajo esforzado del hombre del puerto.
Víctor
Cúnsolo, en La vuelta de Rocha, crea
un paisaje silencioso donde los espacios resultan equívocos: las embarcaciones
se disponen en puntos de vistas distintos sobre el plano rebatido del río.
Recrea una realidad con grises y colores atemperados de tintas planas, donde se respira un clima de soledad.
En este rápido recorrido por paisajes urbanos hemos ido de la minuciosidad descriptiva del ingeniero, en la obra de Pellegrini, a la libre recreación del paisaje de Cúnsolo.
Recrea una realidad con grises y colores atemperados de tintas planas, donde se respira un clima de soledad.
En este rápido recorrido por paisajes urbanos hemos ido de la minuciosidad descriptiva del ingeniero, en la obra de Pellegrini, a la libre recreación del paisaje de Cúnsolo.
Información de:
http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD29/contenido/recorridos.html
(más información en: http://coleccion.educ.ar/coleccion/CD29/contenido/actividades/plaza_de_mayo_hoy_y_hoy.html)